Especial

La Palabra del Domingo

Rufino Gimenez Fines

La gran previa

En este décimo noveno domingo del Tiempo Ordinario, corresponde la lectura del evangelio de San Lucas, Capítulo 12, versículos de 32 al 48: "No tengan miedo, pequeño rebaño, que es voluntad del Padre darles el reino. 33 Vendan sus bienes y repartan el producto entre los necesitados. Háganse así un capital que no se deteriora, riquezas inagotables en los cielos, donde no hay ladrones que entren a robar ni polilla que destruya. 34 Pues donde tengan ustedes su riqueza, allí tendrán también el corazón. 35 Estén preparados y mantengan las lámparas encendidas. 36 Sean como criados que están esperando que el amo regrese de una boda, listos para abrirle la puerta en cuanto llegue y llame. 37 ¡Felices aquellos criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre vigilando! Les aseguro que los hará sentarse a la mesa y él mismo se pondrá a la tarea de servirles la comida. 38 Felices ellos si al llegar el amo, ya sea a medianoche o de madrugada, los encuentra vigilando. 39 Piensen que si el amo de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, impediría que le perforaran la casa. 40 Pues también ustedes estén preparados, porque cuando menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre. 41 Pedro le preguntó: — Señor, esta parábola, ¿se refiere solamente a nosotros o a todos? 42 El Señor le contestó: — Pórtense ustedes como el administrador fiel e inteligente a quien su amo pone al frente de la servidumbre para que a su hora les tenga dispuesta la correspondiente ración de comida 43 ¡Feliz aquel criado a quien su amo, al llegar, encuentre cumpliendo con su deber! 44 Les aseguro que le confiará el cuidado de toda su hacienda. 45 Pero si ese criado piensa para sí: "Mi señor se retrasa en llegar" y comienza a maltratar a los demás criados y criadas y a comer y beber hasta emborracharse, 46 un día, cuando menos lo espere, llegará su señor. Entonces lo castigará severamente dándole un lugar entre los que son sorprendidos en infidelidad. 47 El criado que sabe lo que su amo quiere, pero no se prepara para hacerlo, será castigado con severidad. 48 En cambio, el criado que, ignorando lo que quiere su amo, hace algo merecedor de castigo, será castigado con menos severidad. Al que mucho se le ha dado, mucho le será exigido; al que mucho se le confía, mucho más se le pedirá".
 
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Hoy el evangelio nos habla de la confianza, la esperanza, la espera vigilante… de cómo velamos por nuestro tesoro, que es nuestra propia iluminación y trascendencia espiritual en ese plano terrenal. ¿Vivimos despiertos? ¿Somos conscientes de dónde venimos y hacia dónde vamos? Este mundo es un camino, y no una meta… por eso nos conviene revisar cada tanto el destino que figura nuestro pasaje y así no distraernos en las paradas intermedias.
 
Estemos atentos y vigilantes a los mensajes y señales, manteniendo así abierto nuestro corazón y andando así lo más livianos posible de cosas y bienes que nos distraigan de lo más importante: amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. 
 
No se trata de vivir con ansiedad o culpa, pero sí como el estudiante que transita su curso sin perder de vista que habrá un examen final, o una tesis… agradecido y sediento de aprendizaje. 
 
Pensemos en el labrador que siembra, pero no se retira del campo a esperar que las cosas ocurran, sino que, pensando en la cosecha, lo riega y cuida que las malezas no prosperen. La fidelidad y seguimiento de Cristo lleva a un crecimiento constante: y esa es la tarea.
 
La propuesta del Reino de Dios no consiste en vivir mal o en la pobreza, sino más bien en aspirar a que todos vivamos bien y tengamos las mismas oportunidades, compartiendo y colaborando los unos con los otros… siempre tratar de ver el vaso medio lleno aun en la peor de las tormentas, porque es sólo desde la gramática del amor que tomaremos las mejores decisiones.  
 
Todo lo que hacemos los cristianos, es decir, orar, meditar, comprometernos es parte de esa “vigilancia” de la que habla en términos metafóricos la parábola de hoy. En definitiva, Jesús nos invita a actuar con conciencia en este mundo, en un proceso de crecimiento interior constante, que atraviese nuestra vida y lo disfrutemos con la confianza de que no nos equivocamos al hacerlo siguiendo sus enseñanzas.
 
Esto no significa que el cristiano deba evitar la riqueza, más bien que debe ser consciente que eso no es lo más importante en su vida, y que, en todo caso la avaricia nos distraerá, nos hará esclavos de lo material y nos apartará del verdadero camino: ser, esencialmente, buenas personas. 
 
Tempranamente, el profeta Ezequiel, en el Antiguo Testamento les decía a los gobernantes de su época: "Ya es demasiado, reyes de Israel: acaben con la violencia y la depredación. En cambio, practiquen el Derecho y la Justicia, dejen de extorsionar a mi pueblo. Tengan balanzas y medidas justas". 
 
Los cristianos debemos actualizar este mensaje tan vigente en nuestros días. Porque el reinado de Dios necesita de estructuras acordes y propuestas que faciliten y busquen la prosperidad de todos y no de unos pocos por sobre los demás. Hablamos de acceso efectivo a la Justicia, a la educación, a la vivienda, al trabajo digno y bien remunerado… Jesús nos dice con palabras llenas de ternura: "No tengan miedo, pequeño rebaño, que es voluntad del Padre darles el reino". 
 
Si el Padre nos busca para invitarnos a entrar en su reino de paz, de amor y de gozo, estemos preparados para recibirlo. Esa preparación, esa gran “previa”, ya es parte de la fiesta que nos aguarda.
 
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Que tengan una bendecida e iluminada semana. Abrazo fraterno.