Especial

La Palabra del Domingo

Rufino Gimenez Fines

La humildad no quite valor, lo revela

En este XII domingo del Tiempo Ordinario, corresponde la lectura del Evangelio de San Lucas, Capítulo 14, versículos 1 y del 7 al 14. "Sucedió que un sábado Jesús fue a comer a casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos, que lo estaban observando (…) 7 Al ver Jesús que los invitados escogían para sí los puestos de honor en la mesa, les dijo a modo de ejemplo: 8 Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que entre los invitados haya otro más importante que tú 9 y, cuando llegue el que los invitó a ambos, te diga: "Tienes que dejarle el sitio a este", y entonces tengas que ir avergonzado a sentarte en el último lugar. 10 Al contrario, cuanto te inviten, siéntate en el último lugar; así, al llegar el que te invitó, te dirá: "Amigo, sube hasta este lugar de más categoría". Entonces aumentará tu prestigio delante de los otros invitados. 11 Porque a todo el que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará. 12 Dirigiéndose luego al que lo había invitado, le dijo: — Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos, porque después ellos te invitarán a ti y quedarás así recompensado. 13 Por el contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. 14 Ellos no pueden corresponderte; y precisamente por eso serás feliz, porque tendrás tu recompensa cuando los justos resuciten".
 
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El tema de hoy es la humildad, fruto de la iluminación. Desde hace varios domingos venimos viendo cómo Jesús nos habla del Reino de Dios, que comienza en esta vida terrena. Y la humildad, no creerse más que nadie, es el camino para relacionarse de una forma saludable y constructiva con los demás.
 
Según Santa Teresa, la humildad es la verdad, la llave de la vida plena. Porque si nos creemos más de lo que somos, tarde o temprano, como dice la gente, “nos daremos la cabeza contra la pared”.
 
Más adelante, una vez más y con otro ejemplo, Jesús nos muestra lo gozoso que es dar, ser generoso, “hacer el bien sin mirar a quién”. Por supuesto que está bien festejar, reunirse; no es malo, ni mucho menos. Pero Jesús nos invita a recorrer otra dimensión: la de no esperar nada a cambio, e incluso compartir con los que menos tienen, los postergados… Siempre estaremos a tiempo de darle una mano desinteresada al vecino que lo necesita, ni hablar de colaborar en un merendero o comedor comunitario. Aquellos que son voluntarios activos y frecuentes saben de lo que hablo… 
 
En la lectura de hoy, vemos que Jesús acepta la invitación de los fariseos, sabiéndola malintencionada. Pero la aprovecha para seguir enseñando fraternalmente, confrontándolos con la verdadera vida espiritual que pasa por sabernos ni más ni menos que nuestros semejantes.
 
En definitiva, tenemos que saber que somos valiosos por lo que somos, no por lo que tenemos. La actitud humilde despierta el favor de los hombres y de Dios, mientras que el autosuficiente podrá ejercer un poder transitorio que se agotará en sí mismo.
 
Lo vemos también en la Carta a los Filipenses que escribe San Pablo mientras estaba preso: la humildad es clave en la vida cristiana. Nada en verdad valioso viene del ego mal gestionado, de la rivalidad o del orgullo ciego, de la ambición por la ambición misma.
 
Jesús viene a romper con la lógica terrenal de la división de clases, y le da visibilidad al humilde, lo jerarquiza como persona y, fundamentalmente, como hijo de Dios. En el camino de la fe, Jesús es el primero y se pone último; Dios que es el dueño se hace seguidor. Su testimonio de vida es nuestro desafío en la vida cotidiana, en nuestra vida en familia, en nuestro trabajo... Alguien puede reprender a un empleado, por supuesto, pero no tiene por qué humillarlo. De hecho, al humillarlo, se humilla a sí mismo: muestra lo poco elevado que es en realidad.
 
Está escrito: “Dios resiste a los orgullosos y concede sus favores a los humildes de corazón” (Santiago 4:6). Si estamos de acuerdo en que Dios es amor, poco amor estaremos en condiciones de dar y poco recibiremos si nos creemos más importantes que los demás.
 
Por Rufino Giménez Fines – Sacerdote Rogacionista